Retos, metas y frutos

A diario en el burocrático tiempo que nos toca vivir hablamos del futuro de las empresas; de su reinvención; de su globalización y de su permanencia en el tiempo; de nuevas y viejas generaciones; de nuevos y viejos talentos; de innovación para no regresión y en optimización de espacio producción-tiempo, divagando en gran parte de esos exponendos y dejando a un lado lo realmente importante en el devenir empresarial: Qué RETOS afrontamos; qué METAS queremos y qué FRUTOS alcanzaremos.

Algún dirigente (no recuerdo su nombre o no quiero acordarme) dijo que cuanto pasásemos la crisis derivada de la pandémica por el Covid-19 haría que fuésemos mejores, más fuertes y más centrados en un pensamiento positivo que durante la pandemia nos llevó a recapacitar sobre el ser y estar de las personas y grupos en la sociedad que vivimos.

No hay más que darse una vuelta por nuestro globalizado planeta y veremos que ésta afirmación se cae por su propio peso: Guerras incomprensibles; dirigentes sobrepasados; ignorantes con carnet dirigiendo grandes potencias; mercados «presionantes» para con los que menos necesitan presión; y una atmósfera que se traslada a nuestro quehacer diario, a lo cotidiano de las empresas y de sus trabajadores, donde se puede sentir un ambiente de crispación pocas veces conocido derivado de todas las incertidumbres que nos rodean y de un estado general societario poco afable para con sus prójimos.

La labor de dirigentes; empresas; profesionales y asesores, entre otras ocupaciones, es la de dar certidumbre a las situaciones diarias que se plantean. No vale pensar en futuro, debemos pensar en presente ya que el futuro es el presente.

La empresa tiene que tener meridianamente claros unos retos, unas metas y unos frutos a conseguir. No vale la improvisación ni valen medidas a corto plazo, sino medidas que provoquen la implicación de sus propios trabajadores y puedan en unión alcanzar esos objetivos.

Si miramos hacia atrás veremos que ni las empresas de hoy eran las empresas de hace 25 años; ni las que nos esperan a futuro serán las de hoy: Todo pasa por la reinvención y adaptación de nuestros sistemas para obtener esos rendimientos que nos permitan trabajar en el presente y consolidar el futuro.

Tenemos entre todos que afrontar retos como el cuidado de la salud mental de todo el grupo humano de una empresa y más después de la pandemia; fomentar un horario donde la empresa vea recompensados sus esfuerzos y el trabajador también; cuidar nuestros entornos de trabajo como si estuviésemos en nuestra propia casa; crear un ambiente de franca colaboración fraternal entre todo el grupo humano que forma una empresa, desde el más alto cargo hasta el puesto de menor responsabilidad.

Esos retos nos llevarán a metas reales de compromiso laboral que redundarán en un beneficio absoluto para el conjunto empresarial y nos dará los frutos oportunos que dentro de nuestros presupuestos y estimaciones de cuentas de resultados harán que estabilicemos las empresas y podamos afrontar el presente como si del futuro se tratase, ya que sin la unión necesaria de todos los partícipes que hacen viable una empresa, el futuro se prevé más bien negro, con lo cual hay que cambiar ese color por uno más afable, más claro, más limpio y que despeje incógnitas en el día a día de nuestros negocios.

Invito, a través de esta editorial y aprovecho la misma, a que todos aquellos que indican que la empresa (hablo de las pequeñas, medianas y micro empresas) tiene muchos beneficios y que el trabajador es el gran sacrificado de que no se repartan esos beneficios, a que se expongan también y cambien de lado por una vez en la vida: Dense de alta de autónomos; creen una sociedad; expongan su capital; contraten a sus compañeros presentes o antiguos que hayan sido despedidos de otras empresas y creen riqueza para que pueda ser compartida por todos, y no nos quedemos en las trincheras del desaliento y de la confrontación que, curiosamente, ha fijado su «ojo» en la patronal y en un discurso que está ya muy en desuso y no atrae ni siquiera a quienes algún día estuvieron de acuerdo con él.

Cuando se prueban ambos lados en un ámbito empresarial (empresa versus trabajador y viceversa) se ve la realidad con otra óptica, mucho más imparcial. El mercado español es libre para la libre competencia y está para que la gente sea atrevida y de un paso adelante, no buscando culpables en el de enfrente, sino buscando soluciones inventivas exentas de confrontación y ruido.

Termino mi editorial recordando una frase de una de las mentes más privilegiadas que ha tenido nuestra raza humana, la de Albert Einstein que decía: «Entre las dificultades se esconde la oportunidad».

No perdamos la oportunidad de reinventarnos y que las «nubes negras» que se aproximen no traigan más que lluvia, muy necesaria por otra parte.

 

JOSÉ LUIS GARCÍA NÚÑEZ
Presidente Grupo ADADE